Adivina Adivinador

 

El otro día, mi amiga Lola Oh tenía que armar un acertijo en inglés para Escrita III y, como hacemos siempre, me lo pasó para ver qué opinaba.

Se ofreció a decirme la respuesta, pero le dije que no, que yo podía adivinarlo. ¿Tan difícil puede ser?

Obvio, me re cagó. Me sentía con la lamparita prendida. Pero no. Pasé una hora y media, hasta las 2.30 am (on a school night) criticándole  duramente el acertijo, que era rebuscado, que no se entendía, y rompiéndome la cabeza.

Hasta le dije que que invente otro completamente diferente sobre el color amarillo, que era su otra idea.

Todo para seguir negando el hecho de que ODIO LAS ADIVINANZAS. Odio los acertijos, no me salen. Me saltan los nervios, la ansiedad, se me marca la vena, me pongo rojo, me agarro la cabeza.

Hasta que me dijo la respuesta… La respuesta era difícil (la había hecho con trampita, porque era nail –clavo- pero también tenía referencias a nail – uña-, la muy turra), y el riddle estaba bueno. Pero todo lo que sentía por dentro era ‘qué respuesta de mierda,’ con esa bronca e impotencia, como si el clavo, o Lola, tuviesen la culpa de mi discapacidad.

Qué fracaso. Pero lo peor fue que cuando fue y lo leyó en clase y comentó que yo se lo había criticado, la profesora dijo ‘ah, pero Ariel es malísimo en las adivinanzas.’

Y no sé qué es peor. Ser patético y completamente inútil en adivinar un simple acertijo, o que esta característica patética de mí sea de conocimiento público.

Qué horror. No puedo adivinar NADA. Puedo estar horas para:

Blanco es,
la gallina lo pone,
con aceite se fríe
y con pan se come.

Y hasta dudo la respuesta. ¿Es un problema grave?